Te acordás, flaco, de cómo te
obligaron al agua desde chico? Tal vez no lo recuerdes. Pero sé que
quedan en tu memoria algunas imágenes, cosas que hasta que no las veas en su contexto no las vas a entender completamente. Seguro seguro te acordás de este pato, pero seguro que no sabías por qué te acordabas de este pato.
Tal vez te acuerdes del sentido compleatamente distinto que tenía el
hecho de dormir. Dormir como un bebé. Nunca más. Un sueño incognoscible, porque la memoria nos lo niega. Pero se lo ve tan placentero, flaco. Era dormir en cualquier parte. Alcanzaba con juntar dos sillas en un restaurante, entrabas perfecto. Que la gente hablara, era John Cage cantándote una canción de cuna. El piso, en verano, era ideal. Incomparable la sensación de dormir sobre una alfombra de esas que despiden pelusa. Era acurrucarse contra la nada.
En una de esas te acordás algo de los primeros cumpleaños y navidades. No
entendías muy bien por qué de la nada recibías cosas ni por qué tantos festejos, acostumbrado a ganártelos tras hacer alguna boludez que al mundo parecía agradarle. Sé que ese tambor, esos palitos, y ese monumento a Papá
Noel hecho en papel permanecen grabados en tu memoria. También esa estufa con la que te quemaste y nunca nadie se enteró. Sé que habías borrado los peinados de tus tías.
De los cumpleaños te acordás? La magnificencia de las tortas, la ridiculez de tu atuendo, lo intrigante y tentador del fuego de las velas. Tres manos te sostenían desde el pecho para evitar que lograras llevarte las llamas a la
boca.Un tren sobre la torta. Esos manteles de polietileno que se pegaban a la mesa, a las manos y, básicamente, a todo. Los cuchillos eran intocables, el vino también. Te ves la cara de sorpresa, flaco?
Te acordás de las palomas? Al igual que a todos los demás lados, llegabas a Plaza Congreso sin saber bien como y sin saber bien para qué. De algún lado te caían unas semillas amarillas que unos pajarracos endemoniados se desesperaban por quitarte de las manos. En un exceso de ingenuidad, les ofrecías piedras. Pero quedate tranquilo, yo sé que no te querías guardar el maíz para hacer pochoclo. Yo sé que el maíz y las piedras eran para vos la misma cosa. Tenían el mismo gusto.
Seguro te acordás de los juegos. Esas cosas pensadas específicamente para vos. Todos los artefactos encontraban sentido en tu cabeza, era
casi como si las hubieses diseñado vos mismo. A todo le encontrabas alguna utilidad para nada. Exactamente eso. A todo artefacto le dabas algún uso, que de nada te servía. Era estética pura. Nadie jugaba como vos. Eras el que a veces trepabas por los toboganes y a veces caía por las escaleras. Porque por suerte, los juegos no venían con instrucciones. Los juegos eran obras abiertas que vos completabas con eficiencia incomparable. Nadie mejor que vos para vos. Y claro, quién podía ser mejor para vos?
Ni me hagas hablar de tus experimentos. Todo podía verse con otros
ojos, con todo podía construirse otra cosa. Es que, en realidad, no importaba demasiado si hacías una patineta con la puerta de la heladera. Lo importante era que la materia variara su forma, parece. Así era que usabas todo, con otros fines. A veces las bolsas de supermercado eran paracaídas (te has golpeado así) y a veces los muebles eran pizarras (te han golpeado así). Lo importante era transmutar las cosas. Ver con tus ojos lo que el mundo se empeñaba en mostrarte con los suyos. Cómo verías el mundo ahora!
Ver con tus ojos lo que el mundo se empeñaba en mostrarte con los suyos
ResponderEliminarme re gustó.
pensar q yo ya te conocia..amo remarcar q nos conocemos desde RE chiquitos y a vos te rompe demasiado las pelotas.
no se si era feliz en mi infancia (ni idea por que me salio poner esto), calculo q si..y luego la razon me hizo dar cuenta de que el mundo no está tan copado como creia. aunque ella siempre estuvo, pero gracias a la imaginacion muchos problemas se solucionaban. capaz por eso me busque una carrera que necesita tanto de esto.
en fin. es tarde, me pongo boluda a esta hora.
adios
we love you