domingo, 29 de agosto de 2010

I


Probó alejándose
tapando el sol con un dedo
y hasta con la punta de un alfiler.
Pero la curiosidad es más fuerte
y el idiota siempre quita la mano
con el afán de comprobar que el sol fue muerto

Es menester mirar al sol de frente
dejar todo miedo de lado
por indigno y por imbécil.
Y esperar, con eterna paciencia
la muerte de ese sol azul
o una bendita ceguera.

Mirar el sol hasta que le repugne
hasta que su sola presencia de náuseas
mirarlo con odio intestinal.
Contabilizando sus pecados
ridiculizando sus deformidades
especulando con sus debilidades.

Mirarlo como se mira a los perros prostitutos
olerlo con involuntario desagrado
palparlo con ese asco escalofriante.
Conocerlo hasta lo más profundo
transformar su existencia en caridad
hacer de su esencia una quimera.

Terminó por darle todo eso a ese sol azul
el idiota y sus numerosos pecados,
deformes debilidades.
Hecho ahora perro prostituto
desagradable esclavo, asqueroso escalofrío
quimera inexistente.

Con una gota de espeso barro
dividiéndolo en dos por la espalda
hasta caer por su sexo,
el idiota recoge el alfiler
levanta la mano triste
en un último intento de enamorar al sol.


jueves, 26 de agosto de 2010

De las necesidades prescindibles



Un título como ese es una trampa para los ávidos refutadores de leyendas. Tranquilos, beatos, ya todo tendrá sentido. No es difícil reconocer que los hombres (y las mujeres. Cuando digo hombres me refiero al género humano todo) tenemos necesidades de cuya satisfacción no depende nuestra continuidad en la vida. Quiero decir, yo no puedo vivir sin comida, aire, agua y piso. Pero no es menos cierto que tampoco podría vivir sin arte, sin bicicletas, sin sexo, sin pensar, sin dormir, sin hablar. Hay miles de cosas innecesarias que se me hacen imprescindibles para continuar viviendo. Porque en algún punto uno negocia con la existencia. Yo no le tengo ningún aprecio a la vida en sí misma. Ninguno.
No creo que la vida valga la pena. Si sé que la vida es condición sine qua non para todo lo demás que tal vez sí valga la pena. Podría vivir sólo con aire, pan y agua. Pero no lo haría. Porque estas necesidades prescindibles son aquellas que para nosotros valen más que la vida o la no vida. Se soporta la existencia para presenciar el alba, para reabastecer las propias narinas del olor que emana determinada mujer, para demostrar mediante la propia voluntad que puede dársele al futuro el beneficio de la duda.
Incluso dentro de estas necesidades prescindibles encontramos algunas coyunturales y otras absolutas dentro de lo relativa que es nuestra existencia. Yo no imagino lo que queda de mi vida sin arte. Eso es en términos absolutos. En términos coyunturales, hoy no imagino o no quiero imaginar mi vida sin tocar cierta pieza, o sin abrazar a algún amigo. Es en esas cosas que declaramos necesarias que nos va la vida. En esas necesidades autoasignadas hacemos notoria nuestra voluntad.
Los religiosos deberán aceptar que el hombre puede vivir sin dios. Puede nacer, comer, reproducirse y morir sin que esa idea siquiera se le cruce por la cabeza. Y los no religiosos deberán aceptar que el hombre no puede vivir sin dios por una razón mucho más maravillosa que el cumplimiento de las exigencias de Natura: Porque no quiere. Voluntad! Bendita tu eres entre todas las esencias humanas. Una voluntad tan fuerte y tan subjetiva que trasciende al sujeto. Se vuelve universal e imprescindible. Voluntad que da a luz una necesidad. Es una necesidad que existe fruto de la voluntad de que exista.
Ortega y Gasset llamaría a este fenómeno con un vocablo que sigue apareciendo hasta en los rincones más inesperados: Amor. Dice: "Amar una cosa es estar empeñado en que exista; no admitir, en lo que depende de uno, la posibilidad de un universo donde aquel objeto esté ausente. (...)Amar es vivificación perenne, creación y conservaciónintencional de lo amado." Si congeniamos con esta definición - cosa fácil ya que es bastante comprensiva de muchos fenómenos - podemos entender por qué se siente en ocasiones la necesidad de una persona, o de cualquier cosa amada. Es una necesidad que encuentra su génesis en lo más profundo del alma humana. Y esto es así. Nace en el alma humana. No precede a la existencia del hombre, como sí lo hace la necesidad de comer. Muchachos, esto de amar es puramente nuestro! Encuentra su expresión fenoménica en lo más superficial: Su conducta. Esta necesidad autoprovocada de manera intencional es, a veces, más fuerte que las necesidades impuestas por la naturaleza.
¿Cuántos de nosotros nos hemos quedado sin comer, sin dormir, sin reproducirnos, sin ver el sol, sólo por amor a algo o a alguien? Sospecho que todos. Y el que no lo haya hecho, se lo recomiendo. Las necesidades de origen humano - esas prescindibles para seguir en el rubro de ser vivo - son mucho más pregnantes que las impuestas por una naturaleza que no se nos acomoda. Esto se ve a nivel individual y a nivel social. Sólo esto explica que se talen árboles para construir guitarras, que se haga explotar una montaña para construir joyería, que se exprima al planeta para andar en auto. Porque hay necesidades sin las cuales el hombre podría seguir viviendo, pero no quiere.
A la manera de obreros frente al patrón, ponemos nuestras condiciones para mantenernos con vida. Estas exigencias pueden variar entre continentes, sociedades e individuos. Pero hay algo común a todos. Todos necesitamos ser conmovidos. Le exigimos al mundo que nos presente momentos trascendentales. Sean estos cuales sean, no importa. Nadie quiere vivir sin magia. Puede llamarse amor, religión, vocación, participación política, libertad. Pero todo hombre vive por y para el fenómeno de la conmoción.


G.-

domingo, 22 de agosto de 2010

De la vejez


Resulta difícil delimitar esa etapa cadencial de la vida. Si uno tuviera que describir a una persona vieja, probablemente hablaría de arrugas, canas e impotencias. Pero intentaremos hablar de vejez en términos más subjetivos y, por eso mismo, reales. Tal vez la vejez se hace presente cuando el sujeto sabe que es más intenso el recuerdo de lo vivido que lo que queda por vivir. Se podría adjuntar la proximidad de la muerte, pero uno puede sentir esa proximidad en el cenit de su vida, con la angustiosa sensación de que todavía quedan muchísimas cosas por vivir. Por esto nos quedamos más con la definición que hace referencia al recuerdo. La vejez se trata, entre otras cosas, del final último.
El sujeto que alcanza la vejez no pudo haberla alcanzado sin un mínimo cariño por la existencia. Es dado pensar, entonces, que la proximidad de la muerte se ve teñida de angustia. Pero no sólo es la angustia por el final último de la vida, sino también por todos los finales que se suceden. Es la angustia por la pérdida de lo que uno era, en alguna medida. Se pierden capacidades, apariencias, tolerancia. Sin contar la pérdida de todos aquellos seres que fueron desapareciendo durante nuestro paso por la vida.
La ancianidad es el último tramo de la construcción de esencia. Son tantas y tan intensas las cosas por recordar que gran parte del día debería invertirse en esa labor. Es difícil pensar en una vida plena cuando la misma va en decadencia. Sin embargo, esa misma decadencia puede manifestarse plena y esa cadencia puede constituirse en parte estructural de la obra que es la existencia.
Ejercitando la imaginación puedo ver a un viejo escribiendo elegías para la muerte de un joven. Mirando cada tanto sus manos y comprobando que las arrugas siguen ahí. Leyendo todo lo que puede, para aferrarse con toda su fuerza a lo que cree ser. Mirando a través de cristales rayados ora al espejo, ora a una foto vieja. Llorando la muerte del joven y la de todos los otros. Recordando a los que el veía viejos, tan lejanos. Recordando el mundo recibido y analizando el mundo realizado. Admirándose y preocupándose de la nueva juventud en el mundo. Tal vez acompañado, tal vez solo. Pero en este ejercicio encuentro poca belleza. La vejez se me aparece como un pedestal desde el cual pueden verse los resultados de la vida. No me interesa ver nada de eso.
He tratado muchos viejos en mi corta existencia. En ese trato pude distinguir distintas formas de acatar la ancianidad y de sobrellevarla. Aquellos que se ven acompañados por una familia suelen aferrarse a esta como un náufrago a un salvavidas. Porque en los miembros más jóvenes reviven su propia juventud, porque se sienten necesarios en una forma en la que no se sentirían en otros ámbitos. Sólo la necesidad (por parte de otros) del amor que uno puede dar justifica la existencia de uno.
Hay otros viejos que además de estar acompañados (o a pesar de no estarlo), lograron hacer algo con sus vidas en su juventud. Y no me refiero con esto a que son grandes personalidades ni que son dignos del reconocimiento de la sociedad. Digo que han hecho algo con lo que ellos eran. Se constituyeron como objetos de sí mismos y decidieron hacer algo con eso. Convertirse en lo que ellos querían. Eligieron lo que son. Ellos son los que viven hasta el último minuto, sin importar si la muerte llega temprano, justo o tarde. Estos son hombres sensibles que mientras tengan piernas, caminarán. No existe el cansancio. No existe la dificultad. Las empresas se dividen en dos tipos: Posibles e imposibles. Y las imposibles no existen. Esta es la gente que no valora tanto la vida sino lo que puede hacerse en ella. Si esa actividad la lleva a la muerte, habrán vivido plenamente. Si el miedo los lleva a la parálisis, se sienten indignos de la vida hasta que abandonan ese estado, sobreponiéndose al temor.
Existe un último tipo de ancianidad. Son aquellos sujetos que valoran, por sobre todas las cosas, la vida. Nada es para ellos más importante que mantenerse vivos la mayor cantidad de tiempo posible. Con este objetivo, son ellos los viejos que nunca dejan su morada. Siempre guarecidos de las inclemencias de la vida. Sólo salen para visitar doctores que los drogan hasta que revientan. Este es el poético caso de aquellos que mueren de manera prematura. La típica situación en la que el propio temor a la muerte termina por provocarla. Estos sujetos olvidan que la única forma de vivir, es viviendo. Que los doctores de la ley perdonen mis tautologías.
Como vemos, las distintas formas de sobrellevar la vejez tienen clara relación con lo que uno haya hecho de uno. Creo que la vejez que más amo es la que permite entrever destellos de juventud. Esos viejos mal llamados locos. Porque a pesar de sus canas se atreven a andar cambiando. Aún siendo portadores de arrugas tienen la desfachatez suficiente como para andar haciendo gala de su libertad. Me gustan los viejos que se ríen con benevolencia de los jóvenes equivocados. En contraposición con esos que ríen con sorna, valorando más su razón que la realidad. Me gustan los viejos que dan cuenta de que han amado y que aún en su vejez, transgrediendo todas las leyes, aman y besan. Valoro más que nada a aquellos ancianos que no hacen caso a quienes desconfían de sus capacidades (o los cuidan), horadándolas. Esos que no sienten ningún temblor al tirarse al mar, o al salir una mañana de frío a sacar al perro. Los que no traicionan todo su ser construido durante toda su vida con la pobre intención de posponer la muerte.

Para concluir, me limito a aclarar (como siempre) que mis valoraciones son estéticas. Como dije antes, encuentro poca belleza en la vejez analítica de la juventud o en cualquier vejez que no contemple el movimiento. Me gusta el viejo que afirma su libertad volviéndose impredecible. Ese que no se somete a lo que otros idiotas como yo dictan que un viejo debe ser.


G.-

jueves, 19 de agosto de 2010

De la naturaleza del alba


Existe cierto encanto en despertarse antes que el sol. Quien se despierta cuando todavía reinan las tinieblas se comporta como aquellos padres que despiertan lentamente y en cuotas a sus hijos. Dando cuenta de cada momento de ese despertar, propiciándolo y acompañándolo. Se trata de una sensación de unicidad irrefutable. Uno se encuentra sólo, pero sólo con el mundo. Sólo frente a un momento trascendental. Se trata de esa capacidad humana de leer ciertos fenómenos cotidianos e inexorables como si fueran únicos. Más que leer, percibir.Como hemos dicho alguna vez, percibir el nacimiento de lo nuevo. Casi sin tiempo de siquiera notar la muerte del día anterior.
No puedo dar fe de que lo que yo percibo como nacimiento del sol sea, en realidad, fruto de una simple rotación de una roca inconmensurable sobre la cual estoy parado. Y, honestamente, no quiero pensar eso. Si alguien siente el planeta girar, si alguno presiente la llegada del sol por sentir que el mundo está llegando a los 360º, si alguien de veras siente eso, podrá maravillarse con la tierra y su rotación imperturbable.
No sólo no siento que la tierra gire, sino que además percibo que el sol sube y luego cae, siendo esto análogo a la vida misma. Analogía que nos permite decir que el sol nace y muere y que un ser está en el alba, cenit u ocaso de su vida. En ese pensamiento metafórico se encuentra la unicidad con el universo. En sentir que el hombre y el mundo se manejan con lógicas similares. Entender que, después de todo, no nos hemos alejado tanto de la naturaleza y que existe la posibilidad de ser con el mundo. No porque le convenga al hombre, no porque le convenga al mundo, no porque de esa forma el universo vaya a ser más comprensible. Como todas, esta también es una decisión estética.
El atestiguar ciertas cosas deja una sensación de responsabilidad sobre ellas. Una quimera en la cual no sólo vimos el alba, sino que no hubiese sido posible sin nuestra presencia. Como aquellos padres, que con aplomo acompañan a sus hijos en el aprendizaje, creyendo que sin su compañía el aprendizaje no hubiera sido posible. Tal vez sea así, tal vez no. Pero sin duda el alba sería menos sublime sin mi presencia.


G.-


miércoles, 18 de agosto de 2010

De la magia y el ilusionismo

Foto: "El eterno grito de la existencia" S. Abaldi




"Se l'emozione di una lacrima è accompagnata
da un sorriso, vuol dire che la magia ancora esiste."
O. Zumbo



Se percibe una diferencia esencial entre magia e ilusionismo. Si buscamos ilusionismo en ese compendio de signos lingüísticos que es el diccionario, éste nos dice lo siguiente: "Arte de producir fenómenos que parecen contradecir los hechos naturales." Pero el diccionario nunca satisfizo mis necesidades de significación. Y sospecho que nunca satisfizo las necesidades de nadie. El ilusionismo se trata de generar ilusión. Obra sobre la apariencia y hasta ahí llega. Su búsqueda es la sorpresa y el desconcierto. Nada más.
Por otra parte, la magia representa una cuestión mayor. No sorprende (necesariamente), sino que conmueve. Quien presencie un acto de magia verdadero no sentirá desconcierto como emoción reinante. Es más bien una conmoción. Es por esto que no puede limitarse la magia a la actividad humana, aunque la magia perteneciente al hombre sea la que más nos conmueve.
El ilusionismo se hace con naipes, con palomas escondidas y dedos de caucho. La magia se hace con la psique (o alma, si nos ponemos místicos). El ilusionismo engaña los sentidos. La magia construye una verdad sobre el alma. Una verdad artística, de esas que a través de la ficción generan revelaciones irrefutables. De manera que la magia se encuentra en nuestra propia percepción del universo.
Alcanza con salir a la calle. Puede verse magia en transeúntes desinteresados que sonríen sin razón. Yo la encuentro cada vez que cruzo miradas con alguna señorita y con sólo eso sus mejillas se tiñen de sangre. Veo magia cuando un hombre en un colectivo sostiene a una mujer a punto de caer. Y se hace aún más conmovedora cuando percibo que el fulano quisiera hablar con la señorita, acercársele, romper con el anonimato impuesto por las grandes ciudades. Pero se reprime. En esa represión sin sentido se percibe algo mágico. Se percibe magia cuando toda una orquesta cae junta en un tutti, pero el director cae tarde. La magia nos golpea en la cara cuando vemos a un intérprete hacer exactamente lo que quiere hacer con su instrumento, y se nota.
El ilusionismo es técnica. La magia es arte. Mientras que uno se ocupa de demostrar que la mano es más rápida que la vista, la otra se empeña en probar que el hombre cree lo que quiere creer. Y en ese creer hay un crear implícito. La magia permite la interpretación de quien la percibe. El ilusionismo produce el desconcierto generalizado. La magia exalta las particularidades de cada hombre como sujeto. El ilusionismo deja a las masas con las bocas abiertas, bien dispuestas para que se las llenen de idioteces.
La frase que abre esta entrada pertenece a un hombre mágico, Orlando Zumbo. En español: "Si la emoción de una lágrima es acompañada por una sonrisa, quiere decir que la magia aún existe." En esa mezcla mugrienta de cosas va la magia. En llegar a la nada. Orlando nunca fue un ilusionista, fue un gran mago. Y así como un niño tuvo su elegía, también la tendrá Orlando. Quien nunca hizo caso de los refutadores de leyendas. Esos onanistas cerebrales que desconocen las profundidades del alma humana y ningún interés tienen en conocerla. Esos seres pragmáticos que se ocupan del fenómeno y nada más. Esos ilusionistas vagos y mediocres que confunden la magia y la grandeza de espíritu con un auto-engaño por medio del cual logran vivir, digamos, en paz.
No tengo ninguna intención de teñir de axiología mis escritos. Todas mis valoraciones son estéticas. Si alguien pidiera mi consejo, diría que la vida debe vivirse de la forma más conveniente posible. Asegurarse el porvenir, hacerse de una comodidad dichosa que nos permita sobrellevar la vida hasta la muerte. No importa lo que uno sea sino lo que uno logre. Eso es para la gente a la que le deseo la felicidad más absoluta. A aquellos a los que les deseo una vida mágica y digna de veras, les recomiendo todo lo contrario. Ocúpese de la vida misma y de ud mismo en tanto objeto de sí mismo. Hágase. No importa lo que ud logre, importa lo que ud sea. Porque los valores sociales son dinámicos. Y porque el único valor que de veras importa es el suyo.
Seamos bellos por sobre todas las cosas. Realmente no importa nada más. Bellos para quién? Para nadie! Seamos hermosos, ocupémonos de la estética del mundo, llenemos de magia las esquinas. No hablo de belleza en términos de belleza clásica. Hablo de belleza de verdad. Hablo de autenticidad. Hablo de magia.


"Vivimos en un mundo tan tan horrible que
la única forma auténtica de rebeldía es la belleza."
Autor cuyo nombre no recuerdo.


G.-



domingo, 15 de agosto de 2010

De la idea sensacional


Cuando hablo de idea sensacional me refiero a una idea que no parte de otra. Es decir, una idea nacida con la infructuosa intención de explicar una sensación. Un autor que he frecuentado, E.M. Cioran, en su libro "En las cimas de la desesperación", en el capítulo "Sobre la Muerte", nos dice lo siguiente:

"Algunos problemas puramente formales, por muy difíciles que sean, no exigen en absoluto una seriedad infinita, puesto que, lejos de surgir de las profundidades de nuestro ser, son únicamente producto de las incertidumbres de la inteligencia. Sólo el pensador visceral es capaz de ese tipo de seriedad, en la medida en que para él las verdades provienen de un suplicio interior más que de una especulación gratuita. Al ser que piensa bajo el efecto de un desequilibrio vital. Me gusta el pensamiento que conserva un sabor de sangre y de carne, y a la abstracción vacía prefiero con mucho una reflexión que proceda de un arrebato sensual o de un desmoronamiento nervioso. Los seres humanos no han comprendido todavía que la época de los entusiasmos superficiales está superada, y que un grito de desesperación es mucho más revelador que la argucia más sutil..."

Varias cosas se desprenden de este fragmento. En principio, este autor también pondera la realidad por sobre la razón, como bien deja en claro la última frase citada. Es decir, valora más la verdad visceral, eso que no puede explicarse pero de cuya existencia no se puede dudar porque se lo siente caminar por el esófago, y le quita importancia a la razón. No sólo esto. Además, se percibe claramente la diferencia entre la reflexión profunda y la masturbación intelectual. Ésta última funciona como una actividad lúdica, ideal. La reflexión profunda se sustenta sobre un problema real. Siempre. Por lo general este problema es insoluble.
Lo que defino como idea sensacional es aquella idea que nace de una reflexión profunda que a su vez parte de una sensación. Tal vez una posición superadora, que ya plantea Cioran. La razón en sí misma, o cualquier mecanismo de pensamiento, si además de tener valor intrínseco (sentido) desea tener valor de verdad, debe sustentarse en una sensación. En una realidad de manera directa.
Cuenta Sábato en "Antes del fin" que se encontró con Cioran, y le sorprendió ver que era un hombre que vivía muy bien la vida. Un tipo divertido, afable, de esos que no escatiman la risa. Cuenta que le sorprendió bastante. Esto es porque si uno lee sus escritos, supone que el sujeto que maneja la pluma está constantemente a punto de suicidarse. Pero en realidad, son dos cosas completamente compatibles. Alguno tal vez haya leído las "Instrucciones para abrir el jabón Sunlight", de Alejandro Dolina. Sobre el final dice lo siguiente:

"Ahora que se fue el jabonero, aprovecharé para confesarle que suelo
elegir a mis amigos entre la gente triste. Y no vaya a creer el ama de casa Sunlight que nuestras reuniones consisten en charlas lacrimógenas. Nada de eso: concurrimos a bailongos atorrantes, cantamos canciones puercas, nos enamoramos de mujeres desvergonzadas que revolean el escote y hacemos sonar los timbres de las casas para luego darnos a la fuga. Los muchachos tristes nos reímos mucho, le aseguro. Pero eso sí: a veces, mientras corremos entre carcajadas, perseguidos por las víctimas de nuestras ingeniosas bromas, necesitamos ver un gesto sombrío y fraternal en un amigo que marcha a nuestro lado. Es el gesto noble que lo salva a uno para siempre. Es el gesto que significa "atención, muchachos, que no me he olvidado de nada".

Mediando entre el asqueroso pragmatismo y el asqueroso subjetivismo, los saluda con afecto,


G.-

El señor de la foto es E.M.Cioran
Las instrucciones de Dolina pueden verse aquí (muy recomendable)



viernes, 13 de agosto de 2010

Del criterio artístico y su valoración

Esta entrada se propone delinear de alguna manera lo que llamaremos "criterio artístico". Me refiero con esto a cierta forma de pensar. Y cuando digo forma, digo forma. No contenido. Existe este modo de conducir el pensamiento en todos nosotros, sin importar la disciplina a la que nos dediquemos. Encontramos este criterio en las ciencias más duras. Se trata de un método de relación entre elementos. Digo método y no sistema. Los métodos varían según el objeto. Los sistemas son generales. Como ejemplo podemos hablar de sistema tonal y método dodecafónico.
El hecho es que el arte se percibe desde un lugar distinto de aquel desde el cual se percibe la ciencia, por ejemplo. Ortega y Gasset dice algo, no habla de esto, pero su definición me viene como anillo al dedo: "...Conocimiento del hombre o antropología filosófica. Esta disciplina nos enseñará que las almas tienen formas diferentes, lo mismo que los cuerpos. Con más o menos claridad, según la perspicacia de cada uno, percibimos todos en el trato social esa diversa configuración íntima de las personas, pero nos cuesta mucho trabajo transformar nuestra evidente percepción en conceptos claros, en pleno conocimiento. Sentimos a los demás, pero no los sabemos." Esto es devastador para el positivismo. Se lo siente, no se lo sabe. Se lo percibe.
El arte pega donde ninguna otra actividad del hombre pega. Ahí. En esa parte humana innombrable. Lo que el arte dice no puede ser puesto en duda porque, en rigor, no dice nada. No puede sabérselo al arte. No es inteligible. No se lo puede razonar, si se lo quiere comprender. Sólo se lo puede percibir. Como siempre decimos, las cosas no tienen importancia en sí mismas sino que adquieren su relevancia en las implicancias que tienen. Ya Platón decía: "Déjenme hacer los himnos de un pueblo y no me preocuparé por quien haga sus leyes." Si pensamos un poco en la actualidad de nuestro país, ¿Sería posible tanto consenso con respecto a la vigencia de los derechos humanos si no hubiera habido tanto artista encargado de conmover a la gente sobre este tema? ¿Hubiera sido posible el juicio a los militares, la derogación de las leyes de impunidad, etc., sin Charly García? Sin Mercedes Sosa? Sin Gieco? Yo lo dudo. Por lo menos.
Lo que conmueve a un hombre y a un pueblo, no es la información. Jamás. Lo que conmueve es la música de fondo, el tamaño de la letra, las imágenes elegidas, la impostación de la voz, todo eso que constituye el cómo es lo que llamamos criterio artístico. Pues bien. Queda dicho que es el arte lo que toca las fibras más íntimas del hombre. Entonces, yo me pregunto por las implicancias que esto tiene. Cómo puede pensarse una historia de la humanidad sin pensar una historia del arte? No podemos pensar a Hitler sin Wagner, no podemos pensar a Marx sin Beethoven o Brahms, ni a los Médici sin Miguel Ángel. No puede entenderse realmente a nadie si no se establece alguna empatía con lo que ellos sentían. Si no tuviéramos la posibilidad de saberlo, nos conformaríamos con los textos. Pero sabiendo que el arte es un transmisor de percepciones, no es algo cuyo valor histórico pueda desdeñarse con facilidad. Y sin embargo se lo hace. Como si fuera un dato menor o accesorio.
No quiero ser demasiado taxativo, pero los códigos caen. Las leyes funcionan mientras funcionan. La razón viene haciendo agua desde el siglo pasado. Sin embargo los hombres, al menos desde donde conocemos, siempre miraron a través de sus ojos, olieron por sus narinas, oyeron en sus orejas y palparon con su dermis. La percepción no varía demasiado! Lo amargo en la Grecia clásica sigue siendo amargo hoy. Lo que sí cambia es el vocablo "amargo". El fenómeno permanece, la idea también, pero el código cambia. Entonces por qué se soslaya algo tan unívoco (en algún sentido) como el arte? Porque no es inteligible. Descartes vive! Esto no es post-modernismo. Esto es una eterna agonía del añejo modernismo cartesiano. Aún hoy, después de haber recibido infinitos chancletazos por centuria, esa gran cucaracha moderna sigue intentando ponerse sobre sus patas y sigue recibiendo extremaunciones como esta.


G.-




Elegía para la muerte de un Niño (Parte tres)


Los cumpleaños fueron sucediéndose unos a otros y el espacio de tiempo entre ellos parecía acortarse cada vez más. El fuego dejó de sorprenderte. Nada conspira contra la sopresa con mayor eficacia que el aprendizaje. Siguió molestándote el mantel de polietileno, siempre pegajoso. Pero siempre habrá nuevos que vayan a sorprenderse y, eventualmente, aprenderán. Largos años tardaste en deshacerte de ese
corte de pelo que nunca elegiste. Un buen rato te tomaste para hacer algo con lo que hicieron de vos. Larga vida tuviste.


Esta debe ser una de las mejores sensaciones que hayas tenido. La
adrenalina de estar en manos ajenas, y sentirlo así. Ese era un lugar al que nunca querías ir, pero que después no querías dejar. Empezabas a discutir con vos mismo. Tu alma pequeña daba cuenta de que podía albergar más de una personalidad. En esa pluralidad de seres que contenías, te volvías impredecible. Así empezaste a agonizar claramente. A mirar hacia afuera del jardín del edén. Sensaciones de poder, autosuficiencia, pluralidad dentro tuyo, fueron sintetizándose en la idea de libertad.


Con cierta premura llegaste hasta arriba de todo. Cargaste la cruz con la que naciste y la clavaste lo más alto que pudiste. Encontraste tu muerte en una sala de partos en la que me engendraste a mi. Soy hijo de tu dolor, hijo de tus fantasías y huérfano de todo tu ser. Tu esencia sigue viva en algún lado. Al menos lo que yo pude ver de tu esencia queda hoy documentado. Haré todo lo posible por honrar y continuar esa esencia, tu estética más esencial, todo lo que hacía que vos fueras vos. Porque sospecho que ahí hay verdad. Hay incoherencia? Si. Hay razón? No. Pero yo no tengo que rendir cuentas ante nadie. Sólo ante vos. Vos sos mi dios. Vos sos quien me hizo, con trabajo, todos los días, en contra del mundo y con éste. Sólo a vos te rindo pleitesía. Sólo ante vos me arrodillo. El que verdaderamente me pensó antes de que existiera. El único que confió ciegamente en mi. Tanto que dio la vida.




Tu agonía fue lenta. Tu muerte fue tortuosa y la sentiste. Después de darme a luz, me acompañaste moribundo, atontado e inconsciente durante algún tiempo. Tanto a vos como a mi se nos hizo difícil comprender la vida. Es más, ambos sabemos que hemos fracasado rotundamente. Es probable que el problema principal de la humanidad sea su discreción en la percepción. La vida no puede percibirse como un continuo. El hombre necesita segmentarla para, digamos, entenderla. De manera que no tenemos una comprensión analógica de la realidad, nuestra comprensión es terriblemente discreta. No es casual que todos los sistemas de recopilación de datos funcionen de esa forma. No son analógicos a la realidad que documentan, pero son análogos al hombre y su percepción.
A pesar de esto, en ese poco tiempo que tuvimos de convivencia, hemos cometido idioteces tras idioteces. Pero entre nosotros nos juzgábamos. Conocimos nuestra vocación. Eso te gustó. Por las épocas por las que tu muerte era ya esperada y sabida conocimos la amistad y el amor. A veces pienso que el amor es sólo posible con vos. Con tu compañía, quiero decir. Para qué necesita amor un hombre? Un hombre no necesita recibir amor, necesita darlo, en todo caso. El que recibía el amor eras vos. Hasta que decidiste tu muerte. Tomaste la decisión por ambos, de que era mi vida la única que valía el esfuerzo. Tal vez ahora tenga que imitarte. Pensar al siguiente. Hacerlo, darlo a luz, dejarle mi esencia y la memoria de la tuya. Tal vez esto ya se hizo, y tu esencia me llega de segunda mano. En ese caso, le reprocho a mi antecesor el no haberte homenajeado como merecías.
Encontrarás la vida eterna en mi y la eternidad en todo lo que yo haga. Porque sólo hijo tuyo soy y sólo vos me hiciste verdaderamente. Amén.-



G.-





jueves, 12 de agosto de 2010

Elegía para la muerte de un Niño (Parte dos)

Ver Parte Uno

Con el tiempo te fueron domesticando. Empezaste a ver el mundo con anteojos impositivos. Las cosas, si bien todavía no cumplían las funciones que el mundo les imponía, te servían para fines sí impuestos por tu entorno. De esta manera, te viste obligado a valerte por vos mismo. Ya nadie te alzaba para lavarte los dientes. Silla y, si tenías suerte, el perro te acompañaba. El fuego y los cuchillos se volvieron permitidos a fuerza de la necesidad. Te convertiste en un ser humano de bolsillo que guardaba en las formas su horadada esencia. Qué fue de tu escencia, flaco? Permanece en el mundo a la manera de aquellos espíritus que se niegan a cruzar al otro lado?


De alguna manera, la música siempre estuvo presente. Si ves las fotos, te vas a dar cuenta que muchas de las ofrendas recibidas en navidades y cumpleaños tenían que ver con la música. Cabe la pregunta: "De qué se quejaban, entonces?". Tal vez esos instrumentos fueron de las pocas cosas cuyo funcionamiento tradicional entendiste con rapidez. Aunque eso no significa que no hayas intentado usar un micrófono y su cable como polea. Probablemente no recuerdes ya la sensación de la música en aquellos tiempos. Dejame que te recuerde, se te aparecía como algo más fácil de comprender que el resto de las cosas. Tenía más sentido para vos.


Tu estética tuvo siempre que ver con mezclar absolutamente todo. Cuantos más elementos pudieras meter, mejor. Pero nunca una rata-paloma. Siempre los elementos estaban justificados por algún sistema propio. Sé que todavía te acordás de lo mal que se veía a través de esos dos agujeros miserables. No te olvidás del olor del plástico de quelonio, de tu respiración que no tenía por donde escaparse y de cómo se condensaba en ese plástico maldito. Al sacarte esa máscara no podías evitar pasarte una toalla por la cara. O una frazada, o la remera o el respaldo de un sillón.



Te acordás de la enormidad de este perro, flaco? No, sé que no te acordás. Era demasiado grande. Era inabarcable. Sólo podés recordar lo que entonces percibías. Una maraña de rulos que se rebelaba contra las formas tradicionales de la materia. Sólo eso recordás. Rulos negros y una lengua roja.


Sin embargo sé que te acordás muy bien de este otro. Este fue tuyo. Fuiste vos quien limpió sus heces, quien le daba amor incondicional, ese amor de niño que no se compara con nada de lo que pueda venir después. Ese perro dormía con vos, y no te importaba el olor que tenía. Algo que no te podés borrar es el día de su muerte. Fue tu primer acercamiento real y sentido a lo incomprensible de la muerte. Tu esencia todavía pueril se rebelaba contra una realidad entonces inexplicable. Y que permanece como inexplicable para cierta parte de la humanidad. Para la parte honesta.


Con el tiempo tu niñez se volvió buena observadora de los adultos, y quisiste imitarlos, quisiste ser ellos. Empezaste a darme a luz
muy de a poco, sin pausa pero sin prisa. De repente te interesaba escalar hasta lo más alto. Lo más alto, claro está, era lo más alto que vos pudieses llegar. El problema sobrevenía cuando llegabas y te dabas cuenta de que si querías volver a ver al mundo, indefectiblemente ibas a tener que bajar. Los descensos siempre te fueron penosos, significaban abandonar esa posición superior para volver a ser persona, porque nunca pudiste prescindir de las otras personas. Y eso estaba bien. No siempre te siguieron de atrás quienes desconfiaban de tu capacidad. O querían cuidarte. Lo mismo daba. En algún punto, es la misma cosa.


Seguro recordás la sensación de andar en bicicleta. La sensación que tenías las primeras veces que agarrabas velocidad. Era ir más rápido de lo que nunca habías andado. Tal vez la primera sensación de poder conciente. Tu velocidad dependía de vos mismo. No tenías a dónde ir, realmente, pero no importaba demasiado. Recordarás dando vueltas en grandes círculos en una cancha de fútbol, intentando ir más y más rápido. El viento te hacía doler las mejillas, pero la sensación de poder era insaciable.






miércoles, 11 de agosto de 2010

Elegía para la muerte de un Niño (Parte uno)


Te acordás, flaco, de cómo te
obligaron al agua desde chico? Tal vez no lo recuerdes. Pero sé que
quedan en tu memoria algunas imágenes, cosas que hasta que no las veas en su contexto no las vas a entender completamente. Seguro seguro te acordás de este pato, pero seguro que no sabías por qué te acordabas de este pato.




Tal vez te acuerdes del sentido compleatamente distinto que tenía el
hecho de dormir. Dormir como un bebé. Nunca más. Un sueño incognoscible, porque la memoria nos lo niega. Pero se lo ve tan placentero, flaco. Era dormir en cualquier parte. Alcanzaba con juntar dos sillas en un restaurante, entrabas perfecto. Que la gente hablara, era John Cage cantándote una canción de cuna. El piso, en verano, era ideal. Incomparable la sensación de dormir sobre una alfombra de esas que despiden pelusa. Era acurrucarse contra la nada.



En una de esas te acordás algo de los primeros cumpleaños y navidades. No
entendías muy bien por qué de la nada recibías cosas ni por qué tantos festejos, acostumbrado a ganártelos tras hacer alguna boludez que al mundo parecía agradarle. Sé que ese tambor, esos palitos, y ese monumento a Papá
Noel hecho en papel permanecen grabados en tu memoria. También esa estufa con la que te quemaste y nunca nadie se enteró. Sé que habías borrado los peinados de tus tías.







De los cumpleaños te acordás? La magnificencia de las tortas, la ridiculez de tu atuendo, lo intrigante y tentador del fuego de las velas. Tres manos te sostenían desde el pecho para evitar que lograras llevarte las llamas a la
boca.Un tren sobre la torta. Esos manteles de polietileno que se pegaban a la mesa, a las manos y, básicamente, a todo. Los cuchillos eran intocables, el vino también. Te ves la cara de sorpresa, flaco?








Te acordás de las palomas? Al igual que a todos los demás lados, llegabas a Plaza Congreso sin saber bien como y sin saber bien para qué. De algún lado te caían unas semillas amarillas que unos pajarracos endemoniados se desesperaban por quitarte de las manos. En un exceso de ingenuidad, les ofrecías piedras. Pero quedate tranquilo, yo sé que no te querías guardar el maíz para hacer pochoclo. Yo sé que el maíz y las piedras eran para vos la misma cosa. Tenían el mismo gusto.




Seguro te acordás de los juegos. Esas cosas pensadas específicamente para vos. Todos los artefactos encontraban sentido en tu cabeza, era
casi como si las hubieses diseñado vos mismo. A todo le encontrabas alguna utilidad para nada. Exactamente eso. A todo artefacto le dabas algún uso, que de nada te servía. Era estética pura. Nadie jugaba como vos. Eras el que a veces trepabas por los toboganes y a veces caía por las escaleras. Porque por suerte, los juegos no venían con instrucciones. Los juegos eran obras abiertas que vos completabas con eficiencia incomparable. Nadie mejor que vos para vos. Y claro, quién podía ser mejor para vos?


Ni me hagas hablar de tus experimentos. Todo podía verse con otros
ojos, con todo podía construirse otra cosa. Es que, en realidad, no importaba demasiado si hacías una patineta con la puerta de la heladera. Lo importante era que la materia variara su forma, parece. Así era que usabas todo, con otros fines. A veces las bolsas de supermercado eran paracaídas (te has golpeado así) y a veces los muebles eran pizarras (te han golpeado así). Lo importante era transmutar las cosas. Ver con tus ojos lo que el mundo se empeñaba en mostrarte con los suyos. Cómo verías el mundo ahora!

martes, 10 de agosto de 2010

Carta Abierta a Ricardo Fort


Buenos Aires, 10 de Agosto de 2010



Estimado Ricardo Fort:


Por la presente me dirijo a Ud. con el más sincero respeto y con la intención de comunicarle algunos cuestionamientos y apreciaciones personales con respecto a su figura, los valores que encarna, como es recibida por el grueso de la sociedad y las implicancias que podría llegar a tener. Quien suscribe no es más que un simple estudiante de música.

En primer lugar, quiero hacer notar lo poco común de su persona. Por lo general, los grandes ricos de la historia han sabido mantener un conveniente perfil bajo. No es su caso. Ud no tiene reparos en mostrar al mundo su patrimonio, por televisión nacional, medios gráficos o en cualquier otra forma. Sospecho que los dueños del mundo optan por el "anonimato", justamente, para proteger ese patrimonio. Para evitar que las personas que trabajan para ellos y quienes consumen sus productos noten la falta de relación entre el esfuerzo y el patrimonio. Sin embargo, Ud deja de lado esta hipocresía y decide hacer gala de su riqueza frente al país entero. Mi cuestionamiento es el siguiente: ¿No le da un poquito de miedo? Entiendo que sus empleados han realizado paros a partir de su despegue mediático. Esto confirma mi sospecha de que entre asombrarse por el patrimonio de un famoso (después revisaremos este término) y cuestionarse por qué esa persona posee todo lo que posee, no hay demasiados pasos intermedios. Lo que le sigue a eso es la indignación y, eventualmente, una decisión.

Ahora sí revisemos el asunto de la fama. Fíjese que ud se ha hecho famoso en un acto de voluntad. Ud decidió hacerse conocido entre sus, permítame decirlo, pares. Y con eso alcanzó. Encontrará ud notorio que la mayoría de las personalidades públicas que han figurado y hoy figuran en nuestros medios han tenido que hacer al menos algo para hacerse públicos. Aún aquellas figuras más despreciables han participado de alguna película, telenovela, programa radial, carrera de lanchas, etc. Ud no. En ese sentido me dan ganas de felicitarlo. Ud se ha convertido en lo que es sin necesidad de hacer nada más que eso. Cómo lo hizo, con qué medios y si su grado de exposición es meritorio, o, si el pueblo argentino lo merece a ud como persona pública, son discusiones aparte.

Discutamos entonces. Analicemos, por ejemplo, la figura de José Pablo Feinmann. Tal vez ud no lo conozca, pero es un hombre medianamente famoso, aunque no aparece en el programa de Tinelli. J.P. Feinmann ha hecho algo que después algunos otros o él mismo vieron la necesidad de que fuera conocido. El hombre se hizo conocido a través de su obra y esa obra se vio valorada por una sociedad o parte de ella. Este esquema puede aplicarse a muchísima gente. Podemos pensar en Favaloro, en Piazzolla, en J.L.Borges, en R. Walsh y también en Maradona, Fangio, etc. Toda gente que hizo algo que después la sociedad valoró favorablemente. Ni siquiera podemos decir que hayan hecho lo que hicieron para obtener esa valoración. Sé que mientras Piazzolla escribía las cinco piezas para guitarra no pensaba en llenar River. Era toda gente que pensaba en lo que hacía y se esforzaba por hacerlo a la perfección. Ud ha logrado esquivar todo eso. Su nombre suena cien veces diarias en los medios audiovisuales sin que usted haya movido un dedo. Entiendo que siendo usted lo que es, esté acostumbrado a obtener el máximo beneficio con el menor esfuerzo. De cualquier manera, este asunto me sigue impresionando.

Vamos concluyendo entonces que ud no tiene ningún mérito sobre su posición en los medios. Nada ha hecho para obtenerla. Esta verdad podemos generalizarla también a su patrimonio. Nada ha hecho para obtenerlo. Vemos que su patrimonio heredado es lo que posibilita su inserción mediática. Volvamos entonces un poco al tema del principio. Los grandes ricos suelen mantener un sano perfil bajo. Por qué? Porque saben de su realidad. Saben que nada han hecho que justifique su patrimonio. Saben que no tienen ningún merito por haber nacido en una familia acaudalada. Y en algún punto, saben que eso no es del todo correcto. El razonamiento es muy simple, Ricardo. Yo lo haré por ud: "Yo nunca trabajé más que mis empleados. En rigor, nunca trabajé. O si lo hice, nunca tanto como mis empleados. Entonces no hay ninguna razón para que ellos tengan menos que yo, o que yo tenga más que ellos. Sin embargo, esto es lo que me ha tocado en suerte vivir y no voy a ser yo quien cambie un sistema que de manera fortuita me favorece." Bien. Esa es la primera parte. Se imagina la segunda? No se preocupe, yo se la paso: "Sin embargo, si quiero mantener mi posición favorable, es menester que quienes tienen menos suerte que yo no se enteren de la injusticia que viven. Es importante que se me conozca lo menos posible." Esa es la opción número uno en el ranking de los burgueses. Sin embargo, ud podría optar también por la siguiente: "Momento. Si yo no merezco lo que tengo, debo solucionar este problema. Tal vez no me pueda comprar tantos relojes y autos, pero la verdad es que ya tengo suficientes. Y mis empleados, que son quienes verdaderamente trabajan para que yo pueda mantener mi estilo de vida (sin saberlo), han vivido ya mucho tiempo bajo mi yugo. Tal vez sea hora de repartir los frutos de su trabajo de manera igualitaria." Y acá, Ricardo, está la magia. Acá está su verdadera oportunidad de dejar de ser famoso tristemente y de manera efímera para convertirse en un auténtico famoso que lo merezca. Esta es su oportunidad, Ricardo, de redimirse con el mundo entero, con aquellos pobres diablos que acatan sus órdenes durante el día y escuchan sus peleas idiotas por la noche. Esta es su oportunidad de arreglar lo que está mal.

Entiendo que esto lo pone entre la espada y la pared. Pero en realidad, yo sólo le digo que siempre estuvo entre la espada y la pared. Ahora sólo es consciente de eso y puede decidir y hacerse responsable. No que no lo fuera antes. Pero ahora que yo sabré que ud sabe lo que yo pienso, sabré que ud decide ora ser justo ora ponderar su estilo de vida. Ud se ha esforzado por mostrarse humano repetidas veces en los medios. Ud se ha mostrado como un "hombre con códigos", esta es su oportunidad de ser lo que dice ser. Me despido con la expresión de toda mi confianza en que estas palabras llegarán a ud y que ud tomará una decisión. Tome mi consejo, deje la fama y hágase inmortal.


Saludos cordiales,



Gonzalo Rodriguez
DNI 33.802.296

sábado, 7 de agosto de 2010

Del Amor


Hace rato siento ganas de escribir respecto a este tema. Sé perfectamente que es uno de los asuntos más manoseados en la historia de la humanidad, pero intentaremos no caer en el lugar común, a menos que de veras lo creamos nuestro. En lo que a mi respecta, son muchas las hipótesis creadas a partir de diferentes aspectos del fenómeno (y la idea) que resumimos en el concepto "amor". Para sentirme menos sólo y para escribir en colaboración con alguien, les presento a José Ortega y Gasset. En sus Estudios sobre el Amor (1940), en el capítulo "Para una psicología del hombre interesante", dice lo siguiente:

"Esta creencia de que el amor es operación mostrenca y banal es una de las que más estorban la inteligencia de los fenómenos eróticos y se ha formado al amparo de un innumerable equívoco. Con el solo nombre de amor denominamos los hechos psicológicos más diversos, y así acaece luego que nuestros conceptos y generalizaciones no casan nunca con la realidad. Lo que es cierto para el amor en un sentido del vocablo no lo es para otro, y nuestra observación, acaso certera en el círculo de erotismo donde la obtuvimos, resulta falsa al extenderse sobre los demás.
El origen del equívoco no es dudoso. Los actos sociales y privados en que vienen a manifestarse las más diferentes atracciones entre hombre y mujer forman, en sus líneas esquemáticas, un escaso repertorio. El hombre a quien le gusta la forma corporal de una mujer, el que, por vanidad, se interesa en su persona, el que llega a perder la cabeza víctima del efecto mecánico que una mujer puede producir con una táctica certera de atracción y desdén, el que simplemente se adhiere a una mujer por ternura, lealtad, simpatía, cariño, el que cae en un estado pasional, en fin, el que ama de verdad enamorado, se comportan de manera poco más o menos idéntica. Quien desde lejos observa sus actos no se fija en ese poco más o menos, y atendiendo sólo a la gruesa anatomía de la conducta juzga que ésta no es diferente, y, por lo tanto, tampoco el sentimiento que la inspira. Mas bastaría que tomase la lupa y desde cerca las estudiase para advertir que las acciones se parecen sólo en sus grandes líneas, pero ofrecen diversísimas identaciones. Es un enorme error interpretar un amor por sus actos y palabras: ni unos ni otras suelen proceder de él, sino que constituyen un repertorio de grandes gestos, ritos, fórmulas, creados por la sociedad, que el sentimiento halla ante sí como un aparato presto e impuesto cuyo resorte se ve obligado a disparar. Sólo el pequeño gesto original, sólo el acento y el sentido más hondo de la conducta nos permiten diferencias los amores diferentes."

El bueno de José deja muy claro algo de lo que yo quería decir en un principio, por eso lo cito. Cuánto del amor como lo conocemos es una imposición social y cuánto una apropiación/creación propia? De repente nos encontramos reiterando sentimientos que hemos leído en novelas, expresiones que escuchamos en el cine, apreciaciones que oímos decir a nuestros padres, etc. Y si el amor fuera tan sólo una idea? Y si fuera una imposición más? Así como tal vez lo sea dios, la cultura del trabajo, lo incómodo de bañarse con agua fría, la necesidad del estado, etc. Y si pudiéramos prescindir del amor? Es verdaderamente difícil hacerse estas preguntas por que en la certeza sobre el amor va parte importante de la "belleza" de la vida.
Pero no es esto lo que se pregunta Don José. El afirma que el amor no se expresa, por lo general, en la conducta. Plantea que la conducta ya está pautada por la sociedad, casi como indicaciones de un libreto teatral: "..(llora)/(grita a viva voz)/(mordiéndose el labio inferior)". Nos dice que la conducta es "aparato presto e impuesto cuyo resorte se ve obligado a disparar". El resorte es el sentimiento/impulso. Yo también me pregunto por la génesis de ese sentimiento. Si nos sentimos frustrados, claro invento de la sociedad, por qué no podrían compartir la frustración y el amor una misma génesis?
J.OyG, después agregará una proposición más que nos empuja con mayor fuerza sobre esta hipótesis: "El amor de enamoramiento (...) se caracteriza por contener, a la vez, estos dos ingredientes: el sentirse encantado (...) y el sentirse absorbido(...). El enamorado se siente entregado totalmente al que ama (...). La entrega radical no la hace él, sino que se efectúa en profundidades de la persona mucho más radicales que el plano de su voluntad. No es un querer entregarse: Es un entregarse sin querer." Esto significa que la voluntad no participa de este hecho. Si no lo decide el sujeto enamorado, quién lo decide? Mis posibles respuestas son, o adjudicar este hecho a una construcción social milenaria o a la naturaleza. Una naturaleza no determinante. Pero naturaleza al fin.

No obstante todos estos cuestionamientos, no podría estar más lejano a la negación del amor. Se lo huele todos los días. Y lo descubro, por lo general, allí donde señalaba el bueno de José: "Sólo el pequeño gesto original". Pero a lo que José llama original, yo lo llamaría más bien "auténtico". Algo, por supuesto, incognoscible. No se puede saber si otra persona es auténtica o no. Se lo puede sentir, y se lo sabe en esa forma, pero no se lo puede fundamentar ni siquiera conceptualizar. Descubro esa autenticidad y ese amor cuando se me van los ojos detrás de una mujer que anda en bicicleta un Domingo. O cuando me sorprende una mueca en la cara de alguien que podría jurar que esa mueca es viva expresión de su más profunda identidad. También en la elección de las palabras, expresiones, formas de mover las manos, interpretaciones de la realidad, todas cosas que expresan una autenticidad indudable pero irrazonable. Por todo esto sospecho una obviedad. Voy a ponerlo en términos absolutos, pero sepan que me refiero a mi mismo: Uno se enamora de personas. Pero de personas de verdad, que demuestren ser personas. Que yo sepa que están siendo ellas cuando percibo su existencia. Pero no que están siendo ellas porque se obligan a ser ellas. Sino porque no pueden evitarlo. Una vez más, la ausencia de voluntad. Esto es el objeto de nuestro enamoramiento y la forma de nuestro enamoramiento. Ausencia de voluntad que no significa pereza. Voluntad que está ausente porque pierde la batalla contra algo superior a sí misma. Algo, para concluir con las manos vacías, inexplicable, irrazonable e indudable.


G.