domingo, 21 de noviembre de 2010

De la Política

Después de más de un mes de silencio, retomo esta actividad que tan pocas alegrías me ha dado pero que tanto me gusta. Avatares de la vida, cuestionamientos demasiado fuertes, la sensación de no tener nada claro y la sucesión de eventos recordatorios de la finitud me impidieron mantener la frecuencia de publicación en este espacio.

Algunos de estos fenómenos ya comienzan a estacionarse y empiezan a formar parte del sedimento de la conciencia. Creo que uno no puede hacer nada con algo que todavía no tiene más o menos resuelto. Uno de estos menesteres es la política.

Aristóteles define Política como la "construcción de la polis". Podríamos decir, construcción de ciudadanía. No cito a Aristóteles por heterónomo sino porque estoy de acuerdo con esta definición y todo lo que implica. Siendo una construcción, necesariamente se trata de una praxis. Esto no impide la existencia de un logos, pero la praxis es indispensable. Este es un aspecto de la política. Política se hace. También puede pensársela, pero inevitablemente se la hace.

En este punto llegamos a un segundo aspecto sobre la política. Digo que inevitablemente se la hace. Sin importar si uno desempeña un papel activo o pasivo, uno está construyendo la polis. Porque uno es-en-el-mundo y está condenado a esta libertad (me declaro lector promiscuo que se acuesta con todos los autores). Hasta aquí el lector probablemente no haya leído nada nuevo. Sin embargo, si uno sigue exhaustivamente la lógica de los argumentos expuestos, puede llegar a alguna que otra conclusión que podría parecer novedosa.

En nuestros tiempos (cada vez más estas publicaciones aceptan su inevitable inmersión en los ejes tiempo/espacio), no es difícil encontrarnos con algunos seres humanos (y por esto actores políticos) que bastardean el significado sublime de la política. Dentro de estos están aquellos que plantean la imposibilidad de absolutamente todo. Desconocen la realidad. Y están aquellos que plantean la posibilidad de absolutamente todo. Desconocen la realidad.

Si definimos la política como una praxis, ésta no puede pensarse (logos) por fuera de la realidad. Es menester conocer profundamente la realidad que se pretende transformar o construir (transformar con otro). Quien se preocupe por conocer, estudiar y comprender esta realidad comprenderá que hay cosas que pueden hacerse para transformar el universo. Y hay cosas que, al menos por ahora, no. De esta forma, nos encontramos con dos "extremos" de las visiones políticas que reinan en nuestro tiempo. En una esquina tenemos al conservadurismo más recalcitrante. En este bloque encontramos a los derrotistas que plantean que todo es una mierda y también a aquellos que reivindican lo peor del sistema capitalista. En la esquina opuesta nos encontramos con aquellos que proponen la destrucción de todo en pos de un sistema que todavía no tienen bien claro. Son esos que pasan por las aulas de la facultad de Ciencias Sociales para hablar de la crisis del maní en Puerto Príncipe. Lo máximo que hacen estos actores políticos por su realidad es pronunciarse o llevar la realidad a límites insospechados para hacer más visibles sus propios intereses no satisfechos.

Ninguno de estos dos grupos es consciente de su responsabilidad como constructor de polis. Ninguno hace política conscientemente. Uno porque deslegitima todo lo que tenga que ver con política, el otro porque incurre en la pedantería de pensar que sólo lo que él hace es la política. La política, en rigor y por definición, es transformar una realidad. Conocerla y transformarla. Esto implica negociar con ella, embarrarse los pies.

La definición de Aristóteles no contiene axiología alguna. Todos somos parte de la política porque todos somos-en-el-mundo y por eso todos construimos esta polis. Sin embargo, lo que yo hoy escribo no está libre de axiología. Lo que yo creo es que uno debe construir esa polis con plena consciencia de lo que está haciendo y de la realidad que se quiere modificar. Eso, evidentemente, no está en ninguno de los dos grupos expuestos anteriormente.

Hoy vengo a blanquear un asunto para ya poder darlo por sentado sin correr riesgos de ningún tipo. El camino que yo elijo, la política que considero más conscientemente política, los ideales y praxis con los que yo congenio (y aquí me meto de lleno en tiempo y espacio), se ven encarnados sólo por el peronismo. Con esto quiero dejar claro que yo llego al peronismo. No parto de él. Llego al peronismo como una conclusión. Un movimiento que busca transformar una realidad, la conoce y la transforma en la medida de lo posible. Y "la medida de lo posible" no es poco. Quienes me conocen saben que no soy un "blogger rentado K", y los que no me conocen pueden opinar libremente. Pero no quiero sentir que engaño a quienes leen estas publicaciones. Yo apoyo este modelo de país y a quienes lo llevan adelante. Porque han sabido hacerlo, con errores, nunca inmaculados, pero lo hacen.

Sepan aquellos que no se quieren manchar, aquellos que desprecian un modelo por no ser inmaculado, que las cosas nunca salen como uno quiere. Y aquí tenemos que ser adultos y responsables. Siempre existe una distancia entre la idea y el fenómeno. Esto es conformismo? No. Esto es conocimiento de una realidad y acción consecuente con ella. El actor político que así se reconozca, no puede pensarse fuera de la realidad. Debe ser plenamente consciente de los efectos que provoca su accionar, por acción u omisión.


G.-