Cuando hablo de idea sensacional me refiero a una idea que no parte de otra. Es decir, una idea nacida con la infructuosa intención de explicar una sensación. Un autor que he frecuentado, E.M. Cioran, en su libro "En las cimas de la desesperación", en el capítulo "Sobre la Muerte", nos dice lo siguiente:
"Algunos problemas puramente formales, por muy difíciles que sean, no exigen en absoluto una seriedad infinita, puesto que, lejos de surgir de las profundidades de nuestro ser, son únicamente producto de las incertidumbres de la inteligencia. Sólo el pensador visceral es capaz de ese tipo de seriedad, en la medida en que para él las verdades provienen de un suplicio interior más que de una especulación gratuita. Al ser que piensa bajo el efecto de un desequilibrio vital. Me gusta el pensamiento que conserva un sabor de sangre y de carne, y a la abstracción vacía prefiero con mucho una reflexión que proceda de un arrebato sensual o de un desmoronamiento nervioso. Los seres humanos no han comprendido todavía que la época de los entusiasmos superficiales está superada, y que un grito de desesperación es mucho más revelador que la argucia más sutil..."
Varias cosas se desprenden de este fragmento. En principio, este autor también pondera la realidad por sobre la razón, como bien deja en claro la última frase citada. Es decir, valora más la verdad visceral, eso que no puede explicarse pero de cuya existencia no se puede dudar porque se lo siente caminar por el esófago, y le quita importancia a la razón. No sólo esto. Además, se percibe claramente la diferencia entre la reflexión profunda y la masturbación intelectual. Ésta última funciona como una actividad lúdica, ideal. La reflexión profunda se sustenta sobre un problema real. Siempre. Por lo general este problema es insoluble.
Lo que defino como idea sensacional es aquella idea que nace de una reflexión profunda que a su vez parte de una sensación. Tal vez una posición superadora, que ya plantea Cioran. La razón en sí misma, o cualquier mecanismo de pensamiento, si además de tener valor intrínseco (sentido) desea tener valor de verdad, debe sustentarse en una sensación. En una realidad de manera directa.
Cuenta Sábato en "Antes del fin" que se encontró con Cioran, y le sorprendió ver que era un hombre que vivía muy bien la vida. Un tipo divertido, afable, de esos que no escatiman la risa. Cuenta que le sorprendió bastante. Esto es porque si uno lee sus escritos, supone que el sujeto que maneja la pluma está constantemente a punto de suicidarse. Pero en realidad, son dos cosas completamente compatibles. Alguno tal vez haya leído las "Instrucciones para abrir el jabón Sunlight", de Alejandro Dolina. Sobre el final dice lo siguiente:
"Ahora que se fue el jabonero, aprovecharé para confesarle que suelo
elegir a mis amigos entre la gente triste. Y no vaya a creer el ama de casa Sunlight que nuestras reuniones consisten en charlas lacrimógenas. Nada de eso: concurrimos a bailongos atorrantes, cantamos canciones puercas, nos enamoramos de mujeres desvergonzadas que revolean el escote y hacemos sonar los timbres de las casas para luego darnos a la fuga. Los muchachos tristes nos reímos mucho, le aseguro. Pero eso sí: a veces, mientras corremos entre carcajadas, perseguidos por las víctimas de nuestras ingeniosas bromas, necesitamos ver un gesto sombrío y fraternal en un amigo que marcha a nuestro lado. Es el gesto noble que lo salva a uno para siempre. Es el gesto que significa "atención, muchachos, que no me he olvidado de nada". Mediando entre el asqueroso pragmatismo y el asqueroso subjetivismo, los saluda con afecto,
G.-
El señor de la foto es E.M.Cioran
Las instrucciones de Dolina pueden verse aquí (muy recomendable)
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