sábado, 7 de agosto de 2010

Del Amor


Hace rato siento ganas de escribir respecto a este tema. Sé perfectamente que es uno de los asuntos más manoseados en la historia de la humanidad, pero intentaremos no caer en el lugar común, a menos que de veras lo creamos nuestro. En lo que a mi respecta, son muchas las hipótesis creadas a partir de diferentes aspectos del fenómeno (y la idea) que resumimos en el concepto "amor". Para sentirme menos sólo y para escribir en colaboración con alguien, les presento a José Ortega y Gasset. En sus Estudios sobre el Amor (1940), en el capítulo "Para una psicología del hombre interesante", dice lo siguiente:

"Esta creencia de que el amor es operación mostrenca y banal es una de las que más estorban la inteligencia de los fenómenos eróticos y se ha formado al amparo de un innumerable equívoco. Con el solo nombre de amor denominamos los hechos psicológicos más diversos, y así acaece luego que nuestros conceptos y generalizaciones no casan nunca con la realidad. Lo que es cierto para el amor en un sentido del vocablo no lo es para otro, y nuestra observación, acaso certera en el círculo de erotismo donde la obtuvimos, resulta falsa al extenderse sobre los demás.
El origen del equívoco no es dudoso. Los actos sociales y privados en que vienen a manifestarse las más diferentes atracciones entre hombre y mujer forman, en sus líneas esquemáticas, un escaso repertorio. El hombre a quien le gusta la forma corporal de una mujer, el que, por vanidad, se interesa en su persona, el que llega a perder la cabeza víctima del efecto mecánico que una mujer puede producir con una táctica certera de atracción y desdén, el que simplemente se adhiere a una mujer por ternura, lealtad, simpatía, cariño, el que cae en un estado pasional, en fin, el que ama de verdad enamorado, se comportan de manera poco más o menos idéntica. Quien desde lejos observa sus actos no se fija en ese poco más o menos, y atendiendo sólo a la gruesa anatomía de la conducta juzga que ésta no es diferente, y, por lo tanto, tampoco el sentimiento que la inspira. Mas bastaría que tomase la lupa y desde cerca las estudiase para advertir que las acciones se parecen sólo en sus grandes líneas, pero ofrecen diversísimas identaciones. Es un enorme error interpretar un amor por sus actos y palabras: ni unos ni otras suelen proceder de él, sino que constituyen un repertorio de grandes gestos, ritos, fórmulas, creados por la sociedad, que el sentimiento halla ante sí como un aparato presto e impuesto cuyo resorte se ve obligado a disparar. Sólo el pequeño gesto original, sólo el acento y el sentido más hondo de la conducta nos permiten diferencias los amores diferentes."

El bueno de José deja muy claro algo de lo que yo quería decir en un principio, por eso lo cito. Cuánto del amor como lo conocemos es una imposición social y cuánto una apropiación/creación propia? De repente nos encontramos reiterando sentimientos que hemos leído en novelas, expresiones que escuchamos en el cine, apreciaciones que oímos decir a nuestros padres, etc. Y si el amor fuera tan sólo una idea? Y si fuera una imposición más? Así como tal vez lo sea dios, la cultura del trabajo, lo incómodo de bañarse con agua fría, la necesidad del estado, etc. Y si pudiéramos prescindir del amor? Es verdaderamente difícil hacerse estas preguntas por que en la certeza sobre el amor va parte importante de la "belleza" de la vida.
Pero no es esto lo que se pregunta Don José. El afirma que el amor no se expresa, por lo general, en la conducta. Plantea que la conducta ya está pautada por la sociedad, casi como indicaciones de un libreto teatral: "..(llora)/(grita a viva voz)/(mordiéndose el labio inferior)". Nos dice que la conducta es "aparato presto e impuesto cuyo resorte se ve obligado a disparar". El resorte es el sentimiento/impulso. Yo también me pregunto por la génesis de ese sentimiento. Si nos sentimos frustrados, claro invento de la sociedad, por qué no podrían compartir la frustración y el amor una misma génesis?
J.OyG, después agregará una proposición más que nos empuja con mayor fuerza sobre esta hipótesis: "El amor de enamoramiento (...) se caracteriza por contener, a la vez, estos dos ingredientes: el sentirse encantado (...) y el sentirse absorbido(...). El enamorado se siente entregado totalmente al que ama (...). La entrega radical no la hace él, sino que se efectúa en profundidades de la persona mucho más radicales que el plano de su voluntad. No es un querer entregarse: Es un entregarse sin querer." Esto significa que la voluntad no participa de este hecho. Si no lo decide el sujeto enamorado, quién lo decide? Mis posibles respuestas son, o adjudicar este hecho a una construcción social milenaria o a la naturaleza. Una naturaleza no determinante. Pero naturaleza al fin.

No obstante todos estos cuestionamientos, no podría estar más lejano a la negación del amor. Se lo huele todos los días. Y lo descubro, por lo general, allí donde señalaba el bueno de José: "Sólo el pequeño gesto original". Pero a lo que José llama original, yo lo llamaría más bien "auténtico". Algo, por supuesto, incognoscible. No se puede saber si otra persona es auténtica o no. Se lo puede sentir, y se lo sabe en esa forma, pero no se lo puede fundamentar ni siquiera conceptualizar. Descubro esa autenticidad y ese amor cuando se me van los ojos detrás de una mujer que anda en bicicleta un Domingo. O cuando me sorprende una mueca en la cara de alguien que podría jurar que esa mueca es viva expresión de su más profunda identidad. También en la elección de las palabras, expresiones, formas de mover las manos, interpretaciones de la realidad, todas cosas que expresan una autenticidad indudable pero irrazonable. Por todo esto sospecho una obviedad. Voy a ponerlo en términos absolutos, pero sepan que me refiero a mi mismo: Uno se enamora de personas. Pero de personas de verdad, que demuestren ser personas. Que yo sepa que están siendo ellas cuando percibo su existencia. Pero no que están siendo ellas porque se obligan a ser ellas. Sino porque no pueden evitarlo. Una vez más, la ausencia de voluntad. Esto es el objeto de nuestro enamoramiento y la forma de nuestro enamoramiento. Ausencia de voluntad que no significa pereza. Voluntad que está ausente porque pierde la batalla contra algo superior a sí misma. Algo, para concluir con las manos vacías, inexplicable, irrazonable e indudable.


G.




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